Aun no son las nueve de la mañana. El cielo, donde gira un tímido circulo de pájaros, remueve sus todavía pálidas entrañas mientras unos nublos aparecen sobre una elevación de anquilosada metalurgia. Como cada mañana, y ya son dos años, el hombre ocupa la misma mesa en la misma cafetería, desde ese punto, una amplia vidriera privilegiada domina los trenes. Nunca pide nada, excepto un café que ciertos días no puede pagar. Su primera tarea consiste en vaciar el contenido de la maleta y disponerlo sobre la mesa.
El orden es inquebrantable, el taco de folios en el centro, el lapicero con un solo lápiz a la derecha y la grapadora oxidada a la izquierda. Solo de vez en cuando, sin duda debido al cansancio, esa parida organización del material registra levisimas variaciones. Su comportamiento a esa hora es relajado pero diligente, sobre las hojas redacta nota tras nota, sin apuro. Se detiene, parece cavilar, retorna a una de las primeras paginas, opera una corrección que lo deja satisfecho y que le hace asentir para si mismo. Conforme acaba de redactarlos, se aplica en grapar los folios en grupos de diez, parece un oficinista. Algunos asiduos lo reconocen. Su divertida perplejidad no se agota en la fácil sátira del saludo. En ocasiones se sucede un murmullo de comentarios, pero la indiferencia y el sueño acaban fulminando esos focos de sonámbula burla. El extraordinario celo del hombre es sordo a esas contingencias. No faltan quienes le consulten acerca del horario de determinados trenes. Entonces alza la mirada, calcula y contesta con una especie de exasperada puntuación. Es el único requerimiento al que atiende y jamas se equivoca.
A las once termina su tranquilidad, y la metódica burocracia cede a un nuevo dinamismo, suele ser un periodo de agitación, de urgentes enmiendas. El hombre se levanta, pasea nervioso por el contorno de la mesa, ajusta sus manos al cristal, vigila las entradas y las salidas de los trenes, da vueltas sobre si mismo, ejecuta un par de aspavientos de disconformidad y se sienta. Esta nervioso y fatigado y no acierta a grapar un nuevo conjunto de notas, suda, sus labios se mueven, sisean palabras irrecuperables en el tumulto de esa hora. Detrás de el funciona sin cesar una maquina tragaperras que recibe los restos del sueldo de varios sujetos vagamente achispados por una copa temprana. Cada tanto se gira hacia el insoportable ruido que ese entretenimiento produce, su mirada es brutal y el hombre que esta jugando suele disculparse. Con tanto alboroto no le dejan pensar. Entonces se lleva las manos a la cabeza, se levanta de nuevo. A punto de estallar, articula un grito que no suena.
Se estremece con todo su cuerpo, enrojece, las venas del cuello se abultan, brilla la cólera en sus ojos. Se lanza contra la vidriera y todo su cuerpo se aplasta, apuntando a los trenes, gesticula. Ya lo envuelven borrandolo, la claridad de las doce y el humo de los cigarrillos. no obstante, sus brazos determinan rumbos, maniobras precisas, señalan a un lado y a otro, pero todo ese caudal no parece dirigirse a nadie en concreto e irremediablemente se pierde en la nada. Como si instruyera o reprochara a un elemento invisible, el hombre mira hacia atrás y solicita una suerte de continua anuencia:<<¿No es así?, ¿no es así?>>, podría ser una inhábil traducción de estos pasajes tan recargados de gestos, de
ademanes de convulsa mímica.
A la una de la tarde ya se ha deshecho de la chaqueta, que arrojada descuidadamente contra una pared, acorrala la ceniza y el polvo del suelo, esta en mangas de camisa, y sus absurdas ordenes no decaen. Una por una, arranca las hojas de los diferentes grupos, fabrica bolas que apenas aprieta y llena con ellas la papelera. Uno de los camareros esta acostumbrado a vaciar esa primera papelera, que al instante vuelve a llenarse, mas de una vez ha examinado las hojas, que de arriba a abajo solo contienen una serie de lineas trazadas con lápiz, ninguna letra, ningún símbolo interpretable, papel enteramente desperdiciado.
Este mismo camarero ya ha alegado lo molesto de su actividad para los viajeros, la mesa siempre ocupada, la exaltación, la violencia, las miradas de odio, su total falta de urbanidad. Por el momento no le han contestado, y aunque en cierta ocasión intento prohibirle el acceso, ha acabado desistiendo. Tolera su presencia junto a sus compañeros y al resto de usuarios, como algo indefinidamente inútil, y quizás por eso, inamovible. A las tres finaliza sus trabajos, recoge cuanto ha dejado sobre la mesa, lo guarda sin orden en la maleta y sale sin despedirse, a lo largo del anden lo ven marchar como a un interminable crepúsculo.
Cierta mañana, el hombre no aparece, unos viajeros toman un café sobre su mesa, los camareros se miran con solidario alivio, su esperanza dura toda la mañana, que trascurre con absoluta normalidad y como dotada de una nueva placidez.
Eso si, aquella mañana hubo retrasos en los trenes, descoordinación, y sobre todo un desgraciado accidente, dos trenes colisionaron a la salida, alguien se olvido de dar la orden oportuna.
Autor: Hector Lisomje.
Lo que parecia una persona loca y sin sentido, estaba más cuerdo que nadie. O tal vez era un alma que cuidaba de los trenes y sus pasajeros?
ResponderEliminarUna estación majestuosa y muy bella, sin duda alguna.
Felicidades al autor por la historia y gracias por compartir.
Besos!
Hola hada, puede ser lo que tu dices, quien sabe verdad?, las estaciones para mi todas son bonitas, tienen algo de melancólico no se, me gustan, las gracias a ti por venir:)
EliminarBesote.
Me gustó mucho la historia, el hombre seria el alma de la estacion
ResponderEliminarun saludo
Hola Mente.., me alegro mucho que te haya gustado la historia, quien sabe, quizás era eso, el alma de la estación:)
EliminarOtro saludo para ti.
Una historia que no te deja parar de leerla de principio a fin esperando a ver que será lo que hacía aquel pobre hombre.
ResponderEliminarQuiza era un director de la vida o simplemente alguien que se sentía frustrado por no poder ser un conductor de trenes o la persona que diera la orden oportuna.
Como tantas veces pasa en tantas facetas de la vida, jejeje
Pues me ha gustado el relato del Sr Lisomje y la presentación con las fotos .
Bueno pues espero que repartieses mis besotes y si no te quedó ninguno te mando otros cuantos, jajaja pero no son todos para ti eh, jajajaj
Näkemiin ystävÄ
Hola chiquillo, me alegro que te haya tenido enganchado desde principio a fin y te haya gustado:), quien sabe lo que podía ser el hombre verdad?, podía ser tantas cosas.., el caso es que cuando el falto a su cita diaria aquello fue un desastre, gracias por lo de las fotos:)
EliminarYa sabes que yo reparto todo jeje, bueno como no me ves..., pero si tus besotes de encargo son todos repartidos para la señorita, y los míos hombre claro que me los quedo jejeje, gracias por todo.
Un besote muy fuerte ystävä!!
ffff, y yo quería llegar hasta el final para saber que pasaba. En el mundo no hay nadie imprescindible, pero si hay personas a las que se echara en falta, porque aunque pasen desapercibidas, están ahí. Un besazo.
ResponderEliminarHola Tamara, tu lo dices, nadie es imprescindible, pero en algunas ocasiones si que se nota la falta de alguien como en este caso, y sin saberlo nadie:)
EliminarOtro besazo para ti!
Infinitas gracias querida y admirada amiga por concedernos el privilegio de ser testigos de la suprema belleza y sensibilidad de tu reflexivo relato. Muchos besinos de esta amiga asturiana que te desea con inmenso cariño feliz inicio de semana.
ResponderEliminarHola OZNA, las gracias siempre a ti por ser tan cariñosa conmigo, yo también te deseo que estés pasando unos días maravillosos en esa tu tierra tan bonita:)
EliminarBesos.
¿sabes querida Piru?. En cierta ocasión un compañero de trabajo (ya jubilado) me dijo: Karras la máquina funciona porque alguien que no es visible a la mayoría de los ojos se encarga de mantenerla a punto, engrasada, mimada.... Y es solamente cuando ese alguien falta que la máquina termina estropeándose y se echa en falta a ese alguien de trabajo invisible. La verdad es que me lo dijo con otras palabras pero venia a decir esto mismo. Como le pasaba al personaje de la leyenda. Parecía un estorbo, pero cuando faltó..... Otra preciosidad con que nos obsequias. Mil besotes reina
ResponderEliminarHola mago, que sabio y cuanta razón tenia tu compañero en decirte eso, ya que es la pura verdad, muchas veces todo marcha bien hasta que algo se fastidia y entonces nos damos cuenta de la labor que hacia esa persona y que no se le daba ninguna importancia, y como esa personas hay muchas en la vida. Me alegro que te haya gustado:)
EliminarMas besos para ti!!
Mira, lo que dice Karras coincide con la leyenda, será un mito del ferrocarril eso.
ResponderEliminarLos ferroviarios tendrán su santo? como el de los conductores que es San Cristóbal, digo.
A ver si era ese.
Saludossss
Hola paisanete, quien sabe si fue un mito verdad?, que si tienen su santo jejeje me imagino que si como todos los gremios, lo que no se es cual:), a ver si era ese como tu dices jeje.
EliminarBesos.
Un relato increíble y muy bello, gracias por compartirlo, las personas no sabemos ver que siempre hay algo mas allá de lo visible o posible, besotessssss
ResponderEliminarHola Arwen, me alegro que te haya gustado, las gracias a ti por leerlo y dar tu opinión, como tu dices nunca vemos mas allá hasta que ya es tarde:)
EliminarBesos.
Cierto que como dicen no somos imprescindibles, pero hay personas que llegan a ser importantes para muchos, a veces personitas que desde su simple vida o anonimato nos hacen la vida mas llevadera, en fin, un logrado relato.
ResponderEliminarAbrazos miles, Piru, espero me sientas a tu lado.
Hola Mayra, estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, muchas veces no le damos importancia a trabajos que creemos que no significan mucho, y cuando la persona que lo hacia falla entonces nos damos cuenta de la importancia que tenia, y eso nos pasa con todo:)
EliminarGracias guapa por tu apoyo, te siento a mi lado de veras:)
Besos.
¡Que preciosidad!
ResponderEliminarPara mí, era el guardián del orden. El día que faltó salieron a la luz las consecuencias de que reine el caos.
Besazo
Hola dolega, gusto verte por aquí de nuevo:), me alegro mucho que te haya gustado y creo que tienes razón en lo que era el pobre hombre.
EliminarBesote.