jueves, 31 de enero de 2013

El Violín Mágico


Había una vez un carbonero que vivía en un bosque y se llamaba Jeromir. Era alto como un árbol y muy fuerte. Y su hijo se llamaba Josa. Pero Josa era pequeñito y nada fuerte. Esto preocupaba mucho al pobre Jeromir, y a menudo se rascaba la cabeza y murmuraba:

–No sé qué vamos a hacer contigo. ¿Cómo podrás llegar a convertirte en un carbonero? Eres demasiado bajito y ni pizca de fuerte. ¿Quién va a cargar con los troncos?

Y al oír estas cosas, Josa también se preocupaba mucho, porque a fin de cuentas el problema también le concernía a él. Sin embargo, si uno los veía tumbados en el claro del bosque, con el sol calentándoles las piernas, podía creer que eran muy felices. Y lo hubieran sido, de no haber estado los dos tan preocupados.

Así pasaron días y más días. A veces brillaba el sol en el cielo, y a veces caía la lluvia, pero Josa no creció. Josa tenía un amigo. Un pájaro. En aquel entonces, los carboneros todavía entendían el lenguaje de los pájaros. Y cuando su amigo el pájaro vio un día que Josa estaba sentado al pie de un abeto, y vio que lloraba, le preguntó:

–¿Por qué?

–Porque todo es horrible –dijo Josa–,  soy bajito y no soy nada fuerte,  no puedo cargar con un árbol, y nunca podré ser carbonero. Era verdad. Pero el pájaro dijo:

–No todo el mundo tiene que ser carbonero.

Aquello también era verdad. Entonces el pájaro le regaló a Josa un violín mágico, tan pequeñito como una pluma. Le enseñó a tocar una canción, y era tan bonita que todo el bosque enmudeció para escucharla.

–¡Es una canción mágica! –explicó el pájaro–. Cuando la toques, los que la oigan quedarán hechizados.

–¿Podré hechizar el mundo entero? –El mundo entero.

–¿También a las personas? –También a las personas.

–¿Podré hacerlas más fuertes? –Todo el que oiga tu canción se hará grande y muy fuerte.

–¿Y yo? –Tú no. Si te volvieras fuerte, ya no podrías tocar el violín.

–Prefiero seguir tocando el violín –decidió Josa.

Y entonces el pájaro le enseñó a tocar la canción al revés.

–A veces puede serte útil. Todo el que la oiga, se volverá pequeñito, como la pata de una mosca.

Tocar al revés era difícil, y sonaba de un modo extraño.

–¿Podría tocar también para la luna? ¿Se haría la luna más grande o más pequeña al oír mi canción? –le preguntó Josa al pájaro.

–Sí, pero primero tendrás que encontrar el camino. Tendrás que llegar hasta el fin del mundo. Allí la luna se acerca a la tierra y podrá escucharte.

–Encontraré el camino. Y mi padre verá desde aquí que he hechizado a la luna, y se pondrá muy contento. Josa ensayó la canción durante siete días, del derecho y del revés. Y entonces le dijo a su padre:

–Papá, ya no tienes que preocuparte por mí. Es verdad que no puedo ser carbonero, pero tengo un violín mágico, y voy a hechizar la luna para ti. Tú mira todas las noches el cielo y, cuando veas que la luna se hace más grande o más pequeña, les puedes contar a todos que es Josa, tu hijo, el que ha hechizado a la luna.

Y el buen Jeromir dejó que Josa se fuera de allí. Y, antes de alejarse, Josa tocó una última vez su canción. Y el carbonero notó que crecía todavía un poquito más y que se volvía un poquito más fuerte, y entonces estuvo seguro: su hijo Josa hechizaría la luna. Y ya no estuvo preocupado ni triste. Josa se puso en camino. Pero el camino era largo y Josa era pequeño. Enseguida le dolieron los pies. Se sentó en la hierba, cogió su violín y tocó un poquito. Bajito, sólo para él. Pero había una hormiga allí cerca y lo oyó.

Empezó a crecer se hizo más grande que el propio Josa.

–Muy bien –dijo Josa–. Haremos el viaje juntos. Es mejor tener un compañero de viaje.

Se subió encima de la hormiga y reanudó su camino. Le metió a la hormiga un poco de musgo en las orejas, para que no se hiciera todavía más grande, o se volviera pequeña, cada vez que él tocara su violín.

Y cuando Josa tocaba, los campesinos, inclinados sobre la tierra, levantaban a veces un momento la cabeza y escuchaban dos, tres o cuatro notas maravillosas. Entonces se sentían más fuertes y, si seguían escuchando, empezaban a crecer. También hubo algunos que se volvieron más pequeños, cuando Josa tocaba al revés. Y todavía hoy, si vais por el mundo, podréis ver los efectos del violín de Josa, porque en todas partes hay gente grandota y gente pequeñita.

Pero el camino hacia la luna no era fácil de encontrar. La gente se echaba a reír, cuando Josa se lo preguntaba. Y le indicaban, en broma, cualquier dirección equivocada. Y así Josa anduvo errante de aquí para allá, cruzó por casi todas las ciudades y por casi todos los pueblos. Tocaba en las plazas del mercado, pero la gente pasaba de largo y no le escuchaba. A veces le escuchaba una vaca por casualidad, y empezaba a crecer y a engordar y a dar mucha leche.

Un día Josa pasó por delante de una casa. Allí vivía un pobre campesino con su mujer. No poseían otra cosa que un ganso chiquitín, y el ganso ponía todos los días un huevo pequeño. Era muy poco para dos personas. Josa llamó a la puerta y preguntó el camino de la luna.

–¡Uf, para qué me sirven mil caminos hacia la luna, cuando mi ganso sólo pone un huevo al día! –dijo el campesino–. En otro tiempo supe el camino. Pero entonces llegó la miseria y el camino se me ha olvidado.

El ganso estaba fuera, en el césped, buscando gusanos. Josa tocó para él la canción, y el ganso empezó a crecer. Se puso grande y redondo. Y el campesino se puso tan contento que recordó de pronto el camino que llevaba a la luna. Todo derecho siempre adelante, le explicó. Hasta llegar al campo de maíz, y entonces tenía que preguntar.

Pero en aquel prado había también unas margaritas. Y también las margaritas empezaron a crecer cuando Josa tocó su canción. Se hicieron enormes y amarillas, tan grandes y amarillas como el sol. Son los girasoles. Y todavía hoy tienen las semillas de girasol cierto sabor a magia.

Josa llegó al campo de maíz y allí el camino se dividía en dos. Vio a una viejecita con una cabra. Era una vieja muy pobre y sólo poseía aquella mísera cabrita. Y cuando Josa le pregunto el camino de la luna, la viejecita dijo:

–¡Ah, el camino de la luna! ¿Para qué sirven mil caminos a la luna, cuando se tiene hambre y se tiene frío? En otro tiempo supe el camino. Pero entonces llegó la miseria y el camino se me ha olvidado. La cabra no da apenas leche.

Entonces Josa tocó para la cabrita, y la cabrita se puso grande y fuerte. Le salió un hermoso pelaje, y la vieja pudo cortar la lana y tejer muchos sueters con ella. Volvió a dar buena leche, y acabó la miseria. Entonces la vieja recordó de repente el camino que llevaba a la luna:

–Si sigues andando en esta dirección, siempre recto, llegarás a otro campo de maíz. Allí tendrás que volver a preguntar.

En el otro campo de maíz, Josa no encontró a nadie. Sólo un caballo. No quedaba otro remedio que preguntar al caballo.

–A mí todo me da lo mismo –dijo el caballo–. Camino de la luna o camino del sol. No tengo ningunas ganas de seguir viviendo.

–¿Por qué? –quiso saber Josa–. Eres muy grande y fuerte, en este campo te sobra la comida, y el sol te calienta la grupa.

–Pero el labrador me pega muchas veces. Como me ve tan grandote, piensa que soy todavía más fuerte de lo que soy y me pone doble carga. Cree que puedo con todo. Y no puedo.

Entonces Josa tocó su canción al revés. El caballo se hizo pequeñito, un metro cincuenta y tres, y se puso muy contento.

–Pensándolo bien, veo que sí recuerdo el camino de la luna. En realidad todos los caminos llevan a la luna. Lo único que tienes que hacer es caminar siempre derecho hacia adelante. Sin torcer nunca a la derecha, sin torcer nunca a la izquierda. Así llegarás al fin del mundo. Detrás de los bosques, empieza el mar, y del mar sale la luna todas las noches. Allí podrás encontrarla.

Josa montó en su hormiga y siguió su camino. Y todavía hoy los caballitos hechizados, que miden solo un metro cincuenta y tres, llevan una vida estupenda. Casi no tienen que trabajar, juegan con los niños y todo el mundo les da bien de comer y les pasa la mano por el lomo.

Josa no torció nunca a la derecha, no torció nunca a la izquierda, y llegó al País de las Colinas Azules. Allí la gente quedó muy sorprendida al verle, porque todavía no le conocían. Lo escuchaban cuando tocaba su violín, y se hacían más grandes o más pequeños. Y muy pronto aquel chico pequeñín y aquella hormiga gigantesca fueron famosos en todas las ciudades del país.

También el rey de las Colinas Azules oyó hablar de Josa, de su violín mágico y de sus extraños poderes.

–Todo el que lo oye se hace más grande –le dijeron. –¿Y si no para de tocar? –preguntó el rey.

–Pues el que lo oye no para tampoco de crecer. –¡Traedlo aquí inmediatamente! –ordenó el rey.

Porque a aquel rey le parecía que él no era nunca lo bastante grande.

Los mensajeros transmitieron a Josa la orden del rey de las Colinas Azules, pero Josa dijo: “¡No!” El rey no le caía simpático, y además los hijos de los carboneros del bosque no aceptan órdenes de ningún rey del mundo. Cuando el rey lo supo, se puso furioso. Se enfadó tanto que los cristales de todas las arañas del palacio empezaron a temblar. Y el rey gritó:

–¡Traedlo aquí por las buenas o por las malas! ¡Inmediatamente!

Mandó tras Josa a los caballeros azules, y los caballeros azules lo descubrieron enseguida. Entonces Josa le sacó a su hormiga el musgo de las orejas y tocó su canción. La hormiga se hizo todavía mayor y emprendió un galope desenfrenado. Pero los caballeros azules no se chupaban los dedos. Azuzaron a sus caballos, y estaban cada vez más cerca. Entonces Josa se detuvo, dio media vuelta y tocó la canción al revés. Cuanto más se acercaban los caballeros azules, más pequeños se volvían. Como ojos de mosca, como patas de mosquito. Hasta que desaparecieron entre la hierba. Pero uno no desapareció. No se volvió ni un poquito más pequeño, por mucho que Josa tocara el violín. Era sordo. Su caballo fue disminuyendo y se esfumó, igual que la hormiga. Pero el caballero azul se acercó tranquilamente y dominó a Josa con una sola mano, porque era mucho más grande y mil veces más fuerte. Le quitó el violín, le puso las esposas, se lo cargó a la espalda y lo llevó a presencia del rey.

El rey hizo encerrar al violinista en la sala de música. Cuando todos dormían, cerró puertas y ventanas, para que nadie oyera una sola nota de la canción mágica. Sólo él. Porque era un rey muy vanidoso. Sólo él debía crecer, hacerse muy grande, el más grande de todo el país y de todo el mundo.

–¡Ahora toca para mí! –ordenó.

Josa tocó la canción al revés. El rey sintió un hormiguero extraño, y creyó que era a causa del hechizo. Sólo cuando la corona le quedó demasiado grande y resbaló por encima de las orejas, empezó a alarmarse.

Pero era demasiado tarde. Josa no paraba de tocar el violín y el rey no paraba de empequeñecer. Pronto corrió como una mosca por las puntas de la corona, y, cuando era tan pequeño como un mosquito, cayó desde lo alto de una piedra preciosa y desapareció para siempre jamás en una rendija del suelo.

Al día siguiente hubo en palacio un barullo terrible, porque no pudieron encontrar al rey. Todos corrían de un lado para otro, porque todos aspiraban secretamente a ser el nuevo rey, y nadie se fijó en el muchachito del violín.

Josa salió tranquilamente del palacio, cruzó el País de las Colinas Azules, y volvió a recorrer el mundo tocando el violín. Hizo que los ricos se volvieran un poco menos ricos y los pobres un poco menos pobres, fortaleció a los débiles y debilitó a los que eran demasiado fuertes. Y un buen día llegó hasta el fin del mundo. Y allí se quedó. Y cuando la luna salía del mar, Josa tocaba para ella el violín. Entonces la luna crecía o disminuía, y el viejo Jeromir lo veía desde su bosque y sabía que era Josa, su hijo, el que estaba hechizando a la luna.

Y todavía hoy, si miráis al cielo, veréis que unas noches la luna es grande y redonda como una naranja, y otras noches es pálida y flaca como una rajita de limón, y, si escucháis atentamente y el viento sopla en la dirección adecuada, quizá podáis oír incluso dos o tres notas hechizadas. Porque Josa está tocando su violín.


Autor: Janosch.




martes, 29 de enero de 2013

Feliz Cumpleaños Mago!!


Hola amigos, aunque esta entrada es repetida se que en su día le gusto mucho a la persona que hoy se la quiero dedicar, hoy es su cumpleaños y es por eso lo de la dedicatoria, cuando fue mi cumpleaños tuviste la delicadeza de dedicarme una entrada en tu blog muy bonita, yo no soy tan original ya sabes lo que me cuesta eso de escribir, pero me acorde de esta entrada que dijiste te había gustado mucho y que como te comente cuando la estaba haciendo en la primera persona que pensé fue en ti, por eso hoy esta dedicada a ti mi querido mago Karras FELIZ CUMPLEAÑOS!!. que sigas cumpliendo muchos mas en compañía de todos tus seres mas queridos, feliz día mago:), y por supuesto date por estiradas las orejillas:)

Hada.

Todo el mundo la llama "la mendiga de las hojas", porque en cuanto llega el otoño y los arboles comienzan a quedarse desnudos, se la puede ver por parques y calles recogiéndolas, acunándolas y repitiendo a veces en susurros apagados, a veces a gritos y otras incluso canturreando:

- ¿ Que hoja va con cada árbol ? ¿ De que árbol cayo esta hoja ? ¿ Y esta otra ? ¿ Y aquella de mas allá ? ¿ Que hoja va con cada árbol ? ¿ De que árbol cayo esta hoja ?

Y anda entre los montones de hojas amarillas, con los pies bien hundidos en ellas, haciéndolas crujir bajo sus plantas sintiendo su caricia en los tobillos, las recoge, las observa con detenimiento -por el envés y por el revés- las huele incluso, luego corre de árbol en árbol, mira la hoja de color ocre, mira el árbol, vuelve a mirar la hoja según crea que ha acertado o no, se aproxima con los brazos llenos de hojas a los Álamos, a las Acacias, a los Castaños, a los Arces y habla con ellos:

- Esta, esta es tuya, lo se ¿ ves ?, aun puedo reconocerlas, y las acuna como si de un bebe se tratara y sigue hablando con el árbol.

- Si, si, llego el momento de dejarlas volar ¿ verdad ?. Si, si, es la hora de que bailen con el viento.

 Y girando y danzando suelta las hojas y las entrega al primer torbellino loco que sople en ese momento, luego continua con sus andanzas por parques y calles tras las hojas amarillas y rojas, hablando con los arboles, inclinando la cabeza como si les escuchara, asintiendo o negando, riendo o llorando, como si ellos le hablaran y le contaran sus secretos.

Cuenta su historia a quien quiera escucharla aunque nadie la cree, ¿ quien puede creer las fantasías que dicen los locos ?

Cuenta que es un hada y que se ha quedado atorada a medio camino entre su mundo y el nuestro por culpa del amor. Cuenta que allá en su mundo ayudaba con los preparativos otoñales, que reunía a las nubes como si fueran un rebaño de ovejas y las pastoreaba hasta los lugares en donde debían dejar caer la lluvia, que cabalgaba sobre la espalda del viento y le ayudaba a arrastrar las hojas caídas y las que estaban por caer, que llevaba un cuidadoso inventario de cada hoja que caía y por eso sabia reconocer perfectamente a que árbol pertenecía cada una. Y cuenta que un día cometió dos errores muy, muy graves:


El primer error fue enamorarse, porque a un hada enamorada se le debilitan los poderes. Su segundo error fue aun mas grave, enamorarse de un mortal, porque los mortales son incapaces de comprender a las hadas y acaban siempre rompiéndoles el corazón. Sus hermanas se lo avisaron. Su reina se lo advirtió. Todos en el reino de las hadas intentaron aconsejarla, pero el amor ya se sabe, no entiende de consejos y advertencias.

Cuenta que ella decidió seguir a su amor mortal hasta su mundo mortal, sus ojos brillan y sus labios sonríen al contar que durante un tiempo hasta se creyó feliz, y sus ojos se llenan de nubes tormentosas cuando narra como poco a poco todo se fue hundiendo lentamente, ahogado por la realidad que la rodeaba. El no la comprendía, el no aceptaba sus poderes, ni sus costumbres, ni nada de nada, quería transformarla en una mujer y que dejara de ser un hada. Y aunque ella lo intento con todas sus fuerzas, nunca lo consiguió...no del todo. Y un día finalmente, el la dejo abandonada y sola en este mundo.

 Y cuenta que quiso volver al reino de las hadas pero ya no pudo, su tiempo entre mortales la había debilitado y solo consiguió llegar hasta la mitad del camino, y así vive desde entonces, a medias entre este mundo y el suyo, sin pertenecer del todo a este ni poder regresar del todo al suyo, de modo que aquí era una loca y allá era casi una sombra. Si, ella cuenta su historia a quien quiera escucharla pero es evidente que nadie puede creer las fantasías que cuentan los locos y sin embargo...

Sin embargo corre el rumor de que en noches despejadas de luna llena, te puedes encontrar a la "mendiga de las hojas" bailando y lanzando las hojas al aire, que hay momentos en que su sucia cara parece irradiar luz, que sus bastas ropas parecen hechas de finas telas y que el ajado fular de tul que cuelga siempre sobre su espalda parecen unas titilantes alas de hada.


Pero sea o no verdad, resulta imposible no emocionarse cuando ves a la "mendiga de hojas" mientras susurra sin descanso:

- ¿ Que hoja va con cada árbol ? ¿ De que árbol cayo esta hoja ? ¿ Y esta otra ? ¿ Y aquella de mas allá ? ¿ Que hoja va con cada árbol ? ¿ De que árbol cayo esta hoja ?.....


Autor: Dolores Espinosa.











domingo, 27 de enero de 2013

El festival de hielo y nieve de Harbin ( China )


Hoy os quiero enseñar estas digamos obras de arte echas de hielo y nieve, me imagino que muchos de vosotros ya lo conocéis de verlo en TV o revistas pero hoy me apetecía ponerlo aquí ya que de siempre me ha llamado la atención el trabajo que hacen estos artesanos del hielo:)

La ciudad de Harbin, en el extremo noreste de China y donde el termómetro en invierno puede llegar a temperaturas de hasta 40 grados bajo cero, celebra cada año su tradicional Festival de Nieve y Hielo.

Con una tradición que se remonta a 1963 y que fue interrumpida por la Revolución Cultural hasta continuar de nuevo en 1985, Harbin celebra durante seis días este llamativo concurso internacional de escultura de hielo en su enorme plaza central de más de 750.000 metros cuadrados.


Y es que la capital de la provincia de Heilongjiang se ha ganado a pulso ser conocida también como la "Ciudad de Hielo", ya que en este lugar se puede alcanzar la temperatura de -28 grados durante estas fechas.

En el mes de diciembre suelen comenzar los trabajos de extracción de grandes bloques de hielo del río Shongua. Obreros de la construcción, campesinos, voluntarios y curiosos se entregan a esta dura tarea para que la expertas manos de los concursantes esculpan el agua petrificada como si se tratase de barro.

Más de 1.000 escultores de hielo procedentes de diferentes países como Malasia, Corea del Sur, Singapur o Vietnam se reúnen en la ciudad de Harbin, para participar en el Festival de Hielo y Nieve.

A partir del mes de enero, la ciudad acoge las obras de arquitectos y escultores profesionales o aficionados procedentes de todo el estado y de otros países. Durante más de tres meses, el pueblo colabora con los participantes para transformar la céntrica plaza de Zhaolin en el escenario de un cuento de hadas.














Este festival, considerado el más grande del mundo, abre sus puertas a los curiosos con todas las esculturas de hielo terminadas y expuestas al público. Esculturas en las que los escultores tratan de representar su historia y su cultura gracias al hielo procedente de río Shongua y de las que sólo las 15 mejores son premiadas por el jurado.

La llegada de la noche convierte la ciudad en un espectáculo increíble. Centenares de luces de neón se fusionan con la hermosa transparencia del hielo, convirtiendo a Harbin en una auténtica ciudad de fantasía

El festival de nieve y hielo deriva de las celebraciones del Año Nuevo chino, que en Harbin y otras zonas del noreste chino se suelen acompañar de "linternas heladas", frente a los habituales farolillos de otras partes del país asiático.

A raíz de esas decoraciones, en los años 60 del siglo pasado comenzaron a construirse estatuas de hielo y nieve, a imitación de festivales similares en Rusia o Japón, que acabaron consolidando la fiesta invernal de Harbin como una de las mayores de este tipo en el mundo.

La ciudad también busca convertirse en una base para la práctica de los deportes de invierno en las estaciones de la provincia de Heilongjiang, de la que es capital, y a tal fin ya se ha presentado en varias ocasiones, sin éxito por ahora, como candidata para los Juegos Olímpicos de Invierno.



Y hasta aquí un poquito de la historia de este festival de la nieve y el hielo y la ciudad que lo acoge, espero os haya gustado:)









jueves, 24 de enero de 2013

La tejedora de sueños.


Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, había una pequeña villa en el valle que se formaba entre dos altas montañas. Era éste un lugar recóndito, apartado del mundo, donde parecía que incluso el mismísimo Padre Tiempo jamás hubiera puesto un pie en él. De hierba verde y arroyos cantarines que descendían de los montes colindantes, olor a azucena y madreselva, la aldea vivía una perpetua primavera.

Así como el lugar era confortable, los habitantes también eran generosos y amables los unos con los otros. No había trifulcas, todo era concordia y paz... conformaban una gran familia en la que cada miembro destacaba en una función: estaba Gerand, el leñador y su esposa Joanne, la curandera; Barbarás el panadero, Tobías el agricultor... y, sí, en éste sitio también había una hilandera y tejedora, llamada Dalia.

Dalia era una anciana amable que se entretenía en tejer todo tipo de cosas para sus convecinos, las cuales cambiaba por comida y demás utensilios para ella. Desde una simple bufanda para cuando la temperatura era algo más fresca, hasta una alfombra, no había objeto que sus hábiles dedos no pudieran confeccionar. Un buen día, mientras Dalia permanecía despierta dándole los últimos retoques a un gorro para Gerand, se quedó dormida junto al fuego en su cómoda mecedora.

En sueños, se le apareció lo que no pudo catalogar más que como un hada. - No temas, sabia tejedora, no he venido a hacerte ningún mal- le dijo- Es más, he visitado tu sueño para encargarte un trabajo digno de una reina. Nuestra soberana, el hada Carmín, desea que seas la creadora de un tapiz para decorar el salón del trono. - Más, yo soy una anciana de aldea y no he visto mundo en toda mi vida. Nací aquí y moriré aquí, no sé el que podría ser del agrado de tan nobles gentes- replicó ella, opinando que los paisajes que bordaba comúnmente podían no ser del agrado de la reina de las hadas. - No te preocupes, pues es deseo de mi señora el dotarte de un extraño don para que puedas representar algo digno de nuestro mundo.

Durante un año soñarás todas las noches con nuestro mundo. Volarás junto a nosotras, visitarás cuevas llenas de riquezas, bosques exuberantes y lagos donde jamás deja de manar un agua tan pura como el cristal. Así conseguirás los motivos para tejer tu tapiz de día. Tras estas palabras, la tejedora despertó y supo al instante que no había sido un sueño, pues junto al gorro a medio acabar había unas huellas tan diminutas sobre el mantel que sólo podían corresponder a un hada. Así pues, durante todo un año la anciana se puso manos a la obra.


Por las noches soñaba estar volando junto a majestuosos dragones, mientras recorría un mundo de ensueño bajo su vista. Soñaba bucear por las profundidades marinas convertida en una sirena, entre enormes castillos de coral y perlas, y adentrarse bajo la tierra descubriendo vetas de piedras preciosas del tamaño de castillos. Durante todos sus oníricos viajes, unas hadas la acompañaban e instruían en qué aspectos debería destacar de cada lugar, enseñándole las más preciosas puestas de sol y amaneceres de su mundo.

Mientras que por el día, Dalia se limitaba a reflejar todo aquello en un enorme tapiz lleno de color y tan realista que los vecinos, al contemplar como iba quedando su obra, se maravillaban por el simple hecho de que todas aquellas figuras fantásticas no saltaran de la tela y se pusieran a corretear por la aldea. Así pues, al cabo de un año exactamente, Dalia podía examinar su obra completa rematando las almenas del lugar que había visitado en su último sueño: un castillo hecho de tal forma que parecía fundirse con el bosque que lo rodeaba, desbordando un aura de magia y misticismo en él.

Finalizada su obra, aguardó el sueño en el cual el hada que le encargó aquello volvió a aparecer  mirando todo lo que los dedos de la anciana habían tejido. - En verdad éste es un regalo digno de reyes, sabia tejedora. Mi reina en persona, Carmín, desea felicitarte por tu excelente obra.

Y Dalia acompañó al hada hasta el castillo que había visto la noche anterior, con el que había finalizado el tapiz. Pues éste no era otro que el hogar de la reina de todas las hadas, la cual recibió a la anciana con toda suerte de honores y festejos. - Has hecho un excelente trabajo- comentó Carmín mientras contemplaba su tapiz, situado tras el trono- Y por ello, en pago a tan diligente esfuerzo, mis hermanas y yo hemos decidido condecorarte con el mayor honor que podemos darle a un ser humano. A partir de hoy, tejedora Dalia, abandonarás tu cuerpo mortal y serás una de nosotras.

Y fue así como Dalia rejuveneció y empequeñeció, brotándole dos alas translúcidas de la espalda mientras reía y bailaba feliz junto a sus hermanas, las hadas. En la aldea encontraron que la anciana tejedora había fallecido durante la noche, metida en su cama con una sonrisa de paz, como si se hubiera quedado dormida para no despertar. Tras el funeral, los vecinos de la aldea buscaron el maravilloso tapiz por todas partes pero no lo encontraron, puesto que la obra había pasado al mundo de la magia, donde colgaría por siempre tras el trono de Carmín, la reina de las hadas. ¿Y qué decir de Dalia? Pues que fue la encargada de uno de los trabajos más importantes del mundo mágico: las hadas la nombraron tejedora de los sueños. Y desde entonces, ella es la encargada de visitar las mentes de todos los humanos mientras duermen y, con sus hábiles manos e hilos de oro y nácar, tejer nuestras fantasías para provocarnos los más placenteros descansos y poder soñar, así, con ése mundo mágico que siempre nos espera al otro lado.


Autor: Desconocido.











miércoles, 23 de enero de 2013

Lo siento...


Los que me seguís sabéis que aunque lo he echo alguna vez no me gusta contar cosas de mi vida y menos llorar, ya que según esta todo lo que nos pueda pasar a nosotros es como una lagrima en el océano  comparado con las desgracias de miles y miles de personas, pero hoy es uno de esos días que piensas que para que estamos aquí, que te gustaría coger el portante y mandarlo todo a la mismísima m...., siempre he pensado y tacharme de loca también que este no es mi mundo, que veo cosas por lo visto que otros no ven o me las invento según ellos, para mi, la familia es lo primero y para los demás parece que no, que es lo ultimo de lo ultimo, que ya llegas a dudar hasta de ti misma, no se...

Hace muchos años en mi casa hubo muchos problemas, por causa de esos problemas mis hermanas y yo tuvimos que tomar algunas decisiones bastantes duras, que aunque yo no estaba de acuerdo tampoco tenia medios para hacerme cargo, todo a causa de que la familia nos dejo completamente solas, en fin, que quien pago la culpa de esas decisiones fue quien menos culpa tenia.

La actitud de la familia siempre se ha criticado en el entorno nuestro, pero con el paso de los años, te vas tragando cosas que de vez en cuando revientas y entonces te tratan de "loca" "siempre estas con lo mismo", así muchas cosas mas, sabéis porque?, porque lo que tanto se ha criticado es lo que están haciendo estas personas ahora, si llamas porque necesitas algo y no puedes salir porque estas con una persona enferma, te dicen que tienes un morro que te lo pisas, que les dices que se queden un fin de semana con una persona, están muy ocupadas que si no sales tu es porque no quieres, empezaría a contar mas pero la lista es muy larga, pero lo que si tienen tiempo estas personas es para incluso cogerse vacaciones para atender a la suegra u otras personas en vez de a su hermana.

La vida no es fácil para nadie pero creo que se puede hacer un poquito mejor si nosotros queremos, una cosa si que tengo claro en mi vida y siempre lo he dicho, el día que tenga medios cogeré a una personilla y nos marcharemos a un sitio tranquilo a vivir sin decir ni media a nadie, para así no molestar nunca mas y cada uno que se apañe con su vida, eso es lo único que tengo claro en mi vida, lo demás, a dios muy buenas, siempre he tenido mas ayuda de quien no tiene nada que ver con nosotros que de la "familia", por eso muchas veces se dice que la familia para que?, si cuando los necesitas huyen todos.

En fin lo siento, por poner todo esto que diréis que no os interesa pero me tenia que desahogar en algún sitio y lo he echo aquí que no es mi costumbre, lo siento de nuevo y perdonar:)


domingo, 20 de enero de 2013

Matrimonio y Mortaja


Como una o dos veces al año, tengo la mala suerte de sufrir dolores menstruales. Entonces me acuerdo de nuestra boda, arruinada por los calambres y la angustia por manchar el vestido. El matrimonio empezó mal, no lo niegues: desde mis hormonas adelantadas y tu consecuente mal humor por no poder ejercer tu derecho de recién casado, hasta la tromba que nubló los cielos y encrespó el mar durante la luna de miel.

Nuestro regreso a la ciudad tampoco fue agradable. Creo que hasta entonces no habíamos caído en la cuenta de lo que realmente significaba el vivir en un apartamento minúsculo que no tenía ni cortinas. Descubriste que el amor no compensaba las deudas adquiridas. Yo descubrí que el amor tampoco hacía agradables los quehaceres domésticos.

Habías ido a las mejores escuelas, como tu padre, pero tu sueldo no alcanzaba para una casa con jardín y cuatro habitaciones, ni para pagar un club deportivo o una sirvienta. Yo dejé de ir a hacer ejercicio y tú dejaste de ir a jugar a golf. No teníamos más que un coche y tuve que acostumbrarme a ir al mercado o a pagar la luz en taxi.

La primera vez que me asaltaron, te pusiste furioso. Juraste que eso no ocurriría de nuevo y a partir de ahí yo te llevaba y te recogía del trabajo. Pero a la larga tus compromisos te obligaban a utilizar el coche. Terminamos por pedir un crédito, aunque todavía venías arrastrando deudas desde nuestra boda. No compramos un coche de lujo, pero de todas maneras tu deuda se había incrementado considerablemente. A eso hubo que sumar el gasto del seguro y la pensión, porque en nuestro edificio no teníamos derecho a meter más que un coche.

Llegó el día en que me explicaste que yo te tenía que ayudar a salir de deudas. Yo todavía pensaba que era tu obligación mantenerme, y mi obligación era cuidar de nuestro hogar y de ti, ser tu esposa, darte hijos. Yo no tenía por qué pagar tus deudas, mucho menos las del vestido de novia que no acababas de pagar hasta un año más tarde.

Con cuánta ilusión mandé hacer ese vestido. Yo te quise mostrar los modelos pero tú te negaste, argumentando en broma que ver el vestido, aunque fuera sólo el diseño, era de mala suerte. Al insistir en que fuera tuya la última palabra, sugeriste que escogiera el más caro. No te inmutaste cuando te di el precio, y no se me ocurrió entonces insistir en algo más barato. Aún no sabía leer tus inexpresiones.

Fue así como terminé con el vestido más lindo, más elegante y, sobre todo, más caro. Seis metros de tela, cuatro de tul, crinolinas, encajes, chaquiras, cuentas y aplicaciones. Se necesitaron tres meses para hacerlo y otros dos para bordarlo. Durante ese tiempo, estuve yendo con la modista dos veces por semana, y cada vez que me lo ponía me sentía como una princesa cuya coronación se aproximaba cada vez más. Quién me iba a decir que el día de mi boda iba a estar sufriendo cólicos menstruales y la constante preocupación de manchar de sangre tan magna creación.

Ahora el vestido estaba en el clóset, ocupando mucho espacio y llenándose de polvo. Pero sobre todo, era el símbolo de nuestra estupidez. A veces pensaba en deshacerme de él, pero no podía hacerlo al recordar la alegría con que había preparado mi boda. Tú, en cambio, averiguaste por tu lado que si lo vendíamos nos darían por él la tercera parte de lo que había costado. A veces, melancólico, lo mirabas desde la cama y musitabas: «Seis metros de tela y no nos sirven ni para cortinas». A partir de ahí me aseguré de cerrar la puerta del clóset tras de ti.

Finalmente accedí a buscar trabajo, pero te dejé bien claro que sólo era para pagar el coche y terminar de arreglar el departamento. Y al llegar los niños, ni hablar: dejaría de trabajar. Mis hijos no serían niños de guardería. En eso estuvimos de acuerdo.

Cuando estudié comunicaciones, lo hice sin muchas ganas, aunque me gustaba. Hice mis prácticas profesionales ayudando a planear campañas de vacunar. Gracias a esa experiencia encontré trabajo en una agencia de publicidad.

Al principio echaba de menos mis tardes de ocio y las telenovelas. Pero poco a poco le fui tomando gusto al trabajo. Cada cliente que ganábamos me traía nuevos retos y satisfacciones. Lo único difícil era atender el departamento tan bien como antes. Abandoné mi rutina diaria y empecé a hacer la limpieza sólo cuando la suciedad empezaba a hacerse evidente. Me dio por cocinar grandes porciones una o dos veces por semana, para congelarlas y consumirlas más tarde. Admito que soportaste todo aquello admirablemente bien.

Fui ganando más responsabilidades, mejoró mi situación en la agencia. Ya teníamos cortinas, mandé pintar las paredes, incluso había comprado algunos muebles que nos hacían falta. Muy pronto terminé de pagar el coche y estuve en posición de ayudar con las mensualidades del apartamento. Al discutirlo contigo, acordamos que a ese respecto cada uno pagaría exactamente la mitad. Yo seguía pidiéndote dinero para los gastos domésticos, pero mis gastos personales se volvieron mi responsabilidad.

Pronto comencé a ganar más dinero que tú. Mi madre me sugirió que no te dijera nada, pero yo te avisé de todas maneras. Con falso entusiasmo, pero sin ocultar muy bien tu mal humor, anunciaste que a partir de ahora los gastos de comida, teléfono y electricidad serían compartidos, lo cual me pareció razonable. Pero empezaste a negarme dinero cuando yo te lo pedía. Bromeabas y me decías que yo podía sola, que yo era una mujer independiente. Yo me enojaba e insistía en que tú también tenías que cooperar. Al final yo salía perdiendo y tú me tratabas como niña berrinchona.

¿Y las deudas? Seguían sin pagar. Cada vez que sacaba yo el tema a colación tú te encogías de hombros y me decías: «Es tu vestido, es tu bronca». A veces abrías mis estados de cuenta y, con sarcasmo, me decías: «Pero mira cuánto dinero, alcanza hasta para un vestido de novia».

Pero en eso fui inflexible, mi padre había pagado el banquete de bodas, y a ti te correspondía, como mínimo, el vestido. Después de una discusión, no volviste a poner un solo centavo para la casa.

Aún ahora no sé decirte si fue en ese momento cuando me cansé de ti. Mis amigas opinan que fui muy estúpida al divorciarme por un vestido. Pero tú sabes que era más que eso. Era tu manía de alabarme ante todos nuestros amigos y fingirte el esposo moderno, para luego en privado tratarme como niña boba; eran tus caprichitos de chocolate con espumita, cafecito con canela, caldito con limón; eran tus zapatos en la sala, tus calcetines abajo de la cama, tu manía de no lavar nunca ni tu ropa ni tus platos. Eran tus escapadas dominicales a jugar a golf con tu padre, y luego las agrias críticas por el dinero desperdiciado en mi ropa de oficina, la sirvienta, el maquillaje y el salón de belleza. Y sí, también estaba esa eterna negativa tuya a terminar de pagar tus deudas.

Y, aunque por fin lo hayas pagado, el vestido no es tuyo. No me importa cuánto haya costado, no me importa que tu madre lo quiera para tu hermanita, ni si tu futuro cuñado te lo quiere comprar. Nadie le va a devolver a mi padre el dinero del banquete.

Así que no te devuelvo el vestido. Me lo quedaré para siempre, por si algún día le encuentro utilidad a esos seis metros de tela. O por si se me ocurre ponérmelo dentro de veinte años y demostrarme a mí misma que de algo sirve el ejercicio aeróbico. O simplemente para dejar el clóset abierto y aprender a reírme de tu recuerdo.




Autor: Georgina Wilson González.














miércoles, 16 de enero de 2013

Leyenda de los Árboles de Hoja Perenne


Un invierno, cuando las aves estaban emigrando para el sur, a zonas más cálidas, hubo un ave que se rompió su ala durante el camino y se quedó atrás.


Pronto las heladas y la nieve cubrieron todo el bosque y tenía mucho frío y hambre….
Entonces, le pidió a los árboles que le ayudaran y le permitieran quedarse en sus ramas.


El Abedul estaba orgulloso de ser bello y soberbio y respondió a la petición del ave, diciendo que él no podía ayudarlo porque tenía que cuidar a las aves que vivían en aquel bosque.


El Roble siembre fuerte era reacio porque tenía miedo de que el pájaro quisiera vivir allí hasta la primavera y se comiera algunas de sus bellotas.


Incluso el Sauce, que parecía ser de carácter mas suave se negó a ayudar, e incluso decía que el no hablaba con extraños.


El pobre pájaro estaba muy mal, tenia mucho dolor y pena y trató de volar un poco más, pero sus alas aún no estaban aptas para ello.


Al ver a su gran lucha por sobrevivir, el Abeto le preguntó, ¿por qué estaba tan triste?
Cuando el pájaro reveló sus penas, el abeto le ofreció la más gruesa, la más suave y cálida rama que tenia para quedarse. El ave estaba muy contenta, por fin había encontrado alguna ayuda.


Inspirado por la bondad de abeto, el gran y fuerte Pino también se ofreció para proteger al Abeto y al pájaro del viento del Norte durante todo el invierno.


El Enebro también ayudó, algo muy poco corriente en el, y le ofreció sus bayas para que el pájaro saciara su hambre.


Así, el pájaro vivía cómodamente en los árboles sus amigos, y se fue volando de nuevo en primavera, cuando su ala sanó de nuevo, sumamente agradecido.


El Rey Frost,(Rey Invierno) que observo la conducta de todos los árboles, dio estrictas instrucciones al Viento del Norte de no tocar nunca más ni una sola hoja de los Abetos, Pinos y Enebros, mientras que él, el viento, era totalmente libre de hacer estragos en las hojas de otros árboles.


El Viento del Norte es especialmente popular por ser muy duro, durante el deshoje de todas las hojas verdes de los Sauces, Robles y otros árboles donde habitan las aves, soplaba constantemente hasta conseguir dejar sus ramas totalmente al descubierto durante los inviernos, sin nada para protegerse de la nieve, la lluvia y el granizo.



Y es precisamente por su bondad que las hojas del Abeto, el Pino y el Enebro siempre están verdes y se les conoce como árboles de hoja perenne. Un don concedido por el Rey Invierno y acatado por el resto de los elementos.


Autor: Desconocido.