jueves, 30 de mayo de 2013

Laguna de Vacaras


En las alturas de Sierra Nevada, cerca del pico Veleta, existió (o quizás existe aún) una honda laguna de aguas heladas y limpísimas. Mucha personas aseguraban que la laguna estaba encantada y que era punto de encuentro para magos o brujas, sucediendo allí cosas tan extrañas que nadie, en su sano juicio, se atrevería a acercarse a ella de noche.

Sucedió que un pastor que buscaba unas ovejas perdidas, llegó un anochecer hasta las mismas orillas de la laguna, cuando le pareció oír fuertes voces. Muerto de pavor por todo lo que de sobrenatural había escuchado acerca del lugar, se refugió tras unas rocas y desde allí pudo ver  lo que pasaba.

Dos hombres muy altos y ricamente ataviados, uno de los cuales sostenía en sus manos un libro del que parecía brotar un vivo resplandor y el otro portando una gran red dorada, estaban de pie a la misma orilla del agua. El que sostenía el libro leyó con voz tonante un largo párrafo, en un incomprensible lenguaje y terminada la lectura, dijo a su compañero:

-Ya puedes lanzar la red -.

La red se hundió en al agua y al momento se vio que ya estaba bien cargada. Los dos hombres unieron esfuerzos sacándola a la orilla. Para asombro del pastor, la  red contenía un brioso caballo negro.  El hombre del libro dijo:

-"No, este no es. Echemos de nuevo la red"-.

Y la red volvió al agua y como la vez anterior enseguida se notó que estaba llena. Fuera del agua, los hombres vieron un caballo variegado, con mejor estampa que el anterior pero que tampoco pareció satisfacerles así que volvieron a echar la red al agua. Y ahora, un hermoso caballo blanco de finas patas y espesas crines, se mostró ante sus ojos.



-Este es el caballo que buscamos- dijo el hombre que había rechazado a los anteriores. -Ya podemos seguir nuestro viaje.

Los dos hombres, susurraron por turno unas palabras al oído del caballo, que asentía con la cabeza y subieron sobre el blanco animal surgido de las aguas. Durante unos momentos el caballo caracoleó alegremente y después de un breve trotecillo, se elevó en el aire como si no soportara ningún peso, describió un gran círculo sobre la laguna y en menos tiempo del que se tarda en contarlo desapareció en el cielo.

Muchos valientes subieron a la montaña y muchos tiraron grandes redes al agua, queriendo comprobar y ver lo que el pastor había visto aquel anochecer, pero nadie jamás volvió a ver a los dos extraños hombres ni nadie logró enganchar en sus redes ningún caballo volador.

Autor: Desconocido.





lunes, 27 de mayo de 2013

Marpiyawin y los Lobos


Los sioux eran una tribu viajera, iban de campamento en campamento, a lo largo del año. Se sentían a gusto en cada nuevo lugar pues no se mudaban a sitios extraños, sino que conocían bien todos los mejores lugares para establecer sus aldeas. Alzar y bajar los tipis era una tarea fácil a la cual estaban acostumbrados y que realizaban con gran rapidez. Cuando escaseaba la pastura para los caballos, cuando la caza se alejaba, cuando el agua de un arroyo era más abundante en otro sitio o cuando llegaba el invierno, los sioux movían sus campamentos.

Un día, la aldea entera estaba en marcha muchas mujeres y niños formaban la partida. Numerosos caballos de carga acarreaban los tipis y enseres; los hombres cuidaban los caballos de guerra y de caza, todos avanzaban. Entre ellos, iba una joven con un perrito. El cachorro era juguetón y ella lo quería mucho, pues lo había cuidado desde recién nacido, cuando aún no abría los ojos. El camino se le hacia corto pues el cachorro jugaba con ella y los demás muchachos.

Cuando oscureció, vio que el perro no estaba. Lo buscó en el campamento y vio que nadie lo tenía. Lo llamó. "Tal vez se habrá ido con los lobos, como otros perros de la aldea, y regresará pronto. Tal vez volvió al viejo campamento", pensó la muchacha recordando las costumbres de los demás perros de la aldea.

Sin decir ni una palabra a nadie, regresó a buscarlo. No había riesgo de perderse, conocía bien el camino. Volvió hasta donde quedaban las huellas del campamento de verano, allí durmió. Esa noche cayó la primera nevada de otoño sin despertarla. A la mañana siguiente, reanudó la búsqueda.

Esa tarde nevó más fuerte y Marpiyawin se vio obligada a refugiarse en una cueva. Estaba muyoscura, pero la protegía del frío. En su bolsa llevaba wasna, carne de búfalo prensada con cerezas semejante al queso seco, y no tendría hambre.

La muchacha durmió y en sueños tuvo una visión: los lobos le hablaban y ella les entendía; cuando ella les dirigía la palabra, también parecían comprenderla. Le prometieron que con ellos no pasaría hambre ni frío. Al despertar, se vio rodeada de lobos pero no se asustó.

Varios días duró la tempestad y los lobos le llevaban conejos tiernos para que comiera; de noche, se acostaban junto a ella para calentarla. Al poco tiempo eran ya muy amigos.

Cuando la nevada escampó los lobos se ofrecieron a llevarla a la aldea de invierno. Atravesaron valles y arroyos, cruzaron ríos y subieron y bajaron montañas hasta llegar al campamento donde estaba su gente. Allí Marpiyawin se despidió de sus amigos. A pesar de la alegría que sentía de volver con los suyos, se entristecía de dejar a los lobos. Cuando se separaron, los animales le pidieron que les llevara carne grasosa a lo alto de la montaña. Contenta, ella prometió volver y se dirigió al campamento.

Cuando Marpiyawin se acercó a la aldea, percibió un olor muy desagradable. ¿Qué sería? Era el olor de la gente. Por primera vez se daba cuenta de cuán distintos son el olor de los animales y el de las personas. Así supo cómo rastrean los animales a los hombres y por qué su olor les molesta. Había pasado tanto tiempo con los lobos que había perdido su olor humano.

Los habitantes de la aldea se pusieron felices al verla, pensaban que la había secuestrado alguna tribu enemiga. Ella contó su historia y señaló a los lobos, apenas se veían sus siluetas dibujadas contra el cielo, en lo alto de la montaña.


-Son mis salvadores -les dijo, gracias a ellos estoy viva.

La gente no supo qué pensar. Todos le dieron carne para que la ofreciera a los lobos. Estaban tan contentos y sorprendidos que mandaron un mensajero a cada tipi, para avisar que Marpiyawin había regresado y para pedir carne para sus salvadores.

La muchacha llevó la comida a los lobos; durante los meses de crudo invierno alimentó a sus amigos. Nunca olvidó su lengua y, a veces, los gritos de los lobos que la llamaban se oían por toda la aldea. Se hizo vieja, los demás le preguntaban lo que querían decir los lobos. Así, sabían si se acercaba una nevada o si merodeaba algún enemigo. Fue así como se le dio a Marpiyawin el sobrenombre de "Wiyanwan si kma ni tu ompiti": la vieja que vivió con los lobos.


Autor: Desconocido.



jueves, 23 de mayo de 2013

La fragilidad de los Cangrejos



Son casi las once de la noche cuando el avión toca la pista, tras un vuelo tranquilo de hora y media. Durante cada uno de aquellos noventa minutos, Mariana había imaginado el encuentro que iba a ocurrir al medio día siguiente. Había dibujado, borrado y vuelto a dibujar la escena en todos sus detalles: la ropa que llevarían; el perfume que, de nuevo, se elogiarían mutuamente; las primeras frases, que, como de costumbre, versarían sobre el viaje de él por carretera, el hotel escogido por ella, el restaurante donde irían a almorzar. Luego él le diría que estaba muy bella y ella le preguntaría por qué estaba tan hermoso.

Después, seguramente, habrá un silencio, mientras él conduce hacia la ciudad vieja y ella mira el mar y se pregunta cuándo volverá para quedarse junto a él. De ahí en adelante ya no podrán escapar de la nostalgia, porque ese día, por primera vez en mucho tiempo, no vendrá una ola de besos ávidos al cerrar la puerta de la habitación. No se quedarán en ese abrazo para entregarse al deseo por tantos días postergado. Ella sabe que mañana el temblor de las manos delatará la incertidumbre, y que al separar los labios, tras el beso, ambos se encontrarán con los ojos de un ciervo solitario.

El avión apenas comienza a detenerse y Mariana ya siente la humedad penetrando en la cabina. Su mente se empeña en anticipar los diálogos y sus desenlaces, pero ella trata de aquietarla invocando una sensación más próxima, como el aliento salobre del mar sobre su rostro cuando, en unos minutos, el taxi recorra la avenida. Se vuelve hacia la ventana mientras termina de cumplirse la maniobra de siempre: el aparato girando a la derecha para dejar su carga frente al pequeño edificio blanco, la voz de la tripulación dando las últimas instrucciones, los pasajeros apresurándose a sacar sus maletines de los compartimientos.

Esta vez, sin embargo, el momento de tedio termina con algo que Mariana ve bajo las alas del avión. Las linternas a ras de pista iluminan una multitud de cangrejos que trata desesperadamente de abandonar el asfalto para alcanzar la arena. Las luces azules y los faros del avión proyectan alrededor de ellos un juego de sombras que convierte a los pequeños crustáceos en enormes espectros. La imagen perturba profundamente a la mujer, que empieza a hacer conjeturas sobre la presencia de los animales en ese lugar. Seguramente habían cavado cerca de allí sus cuevas desde hacía siglos y siguieron haciéndolo a pesar de que el hombre les construyó encima un aeropuerto.

De pronto siente el impulso de compartir su hipótesis con alguien, pero sabe que el extraño al que tiene como vecino de asiento a lo sumo tratará de lanzar una mirada hacia la pista y hará un comentario insulso. Entonces piensa otra vez en él. Está segura de que se sorprendería tanto como ella, y de que también se conmovería al ver cómo esas criaturas, que en su medio natural logran intimidar a sus enemigos con sus tenazas absurdas y sus ojos proyectados en antenas, perecen, indefensos, bajo un tren de aterrizaje.
En el trayecto hacia el hostal el taxi pasa por la galería artesanal donde unos meses atrás habían comprado para él una pulsera idéntica a la que ella usaba y que se convirtió desde entonces en una suerte de alianza. Luego acaricia el anillo que lleva en la mano derecha; un regalo cuyo significado ella había tardado en comprender. O, tal vez, en creer. Y así, uno tras otro, llegan los recuerdos a reclamar su sitio en esa historia.

Aquella noche Mariana lleva a cabo una vez más el rito de deshacer la maleta en otra ciudad para darle la bienvenida al amor. Sólo que esta vez lo hace para iniciar la despedida. Mientras llega el sueño se pregunta de nuevo por qué los cangrejos no mudan sus refugios al lado opuesto de la pista, evitando la peligrosa travesía nocturna en medio de los reflectores.
Con la mirada fija en las vigas de cedro de aquella casona convertida en hostal, Mariana vuelve a proyectar en su mente las horas que tiene por delante. Se ve entregándose y entregándolo todo, una vez más. Se ve regresando a su casa dos días más tarde, en el mismo avión, con la mirada vacía, y se pregunta si al final de aquel viaje llegará viva al otro lado de sí misma. Esa noche que, de alguna forma, está dominada por el miedo se pierde en el silencio y se abriga con sombras espectrales.

Autor: Patricia Iriarte



domingo, 19 de mayo de 2013

Los Montes de la Guajira


Mucho tiempo después de que la hija de Maleiwa se estableció en la franja de tierras arenosas que le regaló su padre, sus descendientes empezaron a sentirse inconformes. Las tierras les parecían muy áridas comparadas con las otras. No había árboles bajo los cuales cobijarse. No había aves de hermosos colores que alegraran el paisaje con sus trinos. No había ríos caudalosos. Algunos de los hijos desearon conquistar lugares para poder sembrar y recoger sus frutos.
Un día, Guarapurú, el jefe de la tribu, reunió a sus hermanos en Uchi Juroteca y les comunicó su deseo de irse muy lejos en busca de una tierra más fértil. Para ello debía enfrentarse a otros pueblos y vencerlos. El joven cacique convocó a los guerreros más fuertes: Itojoro y Wososopo y al anciano más sabio Wojoro, (les mostró las tierras secas; les hizo sentir la necesidad de poseer mejores y los convenció para que se lanzaran a conquistar otras más fértiles. Guarapurú fue claro al decirles:

—No lucharemos contra nuestros hermanos; al contrario  les dejaremos todo lo que poseemos y nosotros saldremos en dirección al gran lago; lo atravesaremos y seguiremos buscando un lugar mejor que el que nos correspondió como herencia.

Todos se mostraron de acuerdo y se ofrecieron a secundarlo en la aventura. Entonces el cacique continuó:

—Si es necesario luchar lo haremos, pero no será contra nuestros hermanos. Jamás romperemos la promesa de paz que nos une.

Una vez acordado el plan, se dirigieron a sus casas para arreglar los preparativos, pues debían llevar comida para muchos días. En el camino podían pescar coti o alguna corita de las lagunas o un venado en el mejor de los casos.

Los hombres estaban entusiasmados con la idea de alcanzar verdes prados y querían marcharse enseguida. Worojoro, el más prudente, se encargaba de controlar los ímpetus. El camino deparaba muchas sorpresas y era bueno reservar energías.

El viaje empezó una mañana despejada en la que los hombres se levantaron para realizar sus sueños. Después de varios días de camino, la monotonía del paisaje empezó a fatigarles la vista y las arenas movedizas les cansaban los pies. Ellos seguían animados pensando en las montañas y los ríos.

Con el tiempo aumentó su cansancio. La arena ardiente les quemó los pies y la inclemencia del Sol les secó la garganta. Después de haber caminado tanto días, no encontraban aún un árbol para protegerse bajo su sombra. Su único descanso era la llegada del atardecer, cuando el Sol se ocultaba. Los hombres se echaban encima un poco de agua y se sentaban a reposar. La mayoría de ellos ya no tenían fuerza para continuar. Muchos empezaban a arrepentirse de tan desatinada aventura y les decían a sus compañeros:

—No debimos salir nunca de Uchi Juroteka. No debimos abandonar la tierra que Maleiwa obtuvo para nosotros. Pero los más jóvenes aún se empecinaban en seguir adelante.

Una tarde, cuando el viento levantaba torbellinos de arena abrazadora, Worojoro sintió que las fuerzas le faltaban y no podía continuar Todos lo animaron a seguir, pero él, convencido de que era inútil, los instó a seguir sin él:

—Sigan que voy a descansar un rato y cuando el Sol decline los alcanzaré.

Worojo se tendió sobre la arena sabiendo que ya nunca más se levantaría. Los demás continuaron la marcha. A lo lejos vieron una enorme piedra que contenía el ímpetu de las arenas. Guarapú comprendió que sus hombres podrían caer en la tentación de sentarse allí y los animó a seguir un poco más aprisa:

—¡Avancemos!, todos, siempre mirando hacia adelante!

Uno de los hombres dijo que quería sentarse y refrescar sus hinchados pies. El grupo, ya muy reducido, siguió sin él, dejándolo tan atrás que desde lejos parecía sólo una mancha oscura. Cuando el hombre quiso alcanzar a sus compañeros no pudo moverse porque se sintió pegado a la piedra. Un grito desgarrador fue ahogado por el viento, pues sus compañeros estaban tan lejos que no pudieron escucharlo. Sin embargo, al anochecer el grupo de guajiros lo esperó con la convicción que regresaría.

El hambre y la sed se constituyeron en un nuevo tormento para los sobrevivientes. Poco a poco sucumbían bajo los rigores del Sol. Sólo los más jóvenes e intrépidos se empeñaban en alcanzar la orilla del lago. Al llegar a la meta, Guarapú se quedó mirando las quietas aguas y con tristeza les dijo:

—Antes de seguir adelante, quiero descansar.

Los hombres se sentaron a su lado, mientras un sueño profundo se apoderaba de ellos. Entre tanto, la hija de Maleiwa fue a quejarse ante su padre por la actitud de los hijos:

—Padre, han querido abandonar la tierra que me diste porque es reseca y árida, fue Guarapurú quien intentó llevarlos más allá del lago.

—-¿Lo han atravesado ya?

La hija señaló a través de las nubes a los hombres que dormían cerca del lago y a los que habían perdido la vida en el camino.

—¡Ah! —dijo Maleiwa—Todos están aún allí. Yo te aseguro, hija mía, que no abandonarán la tierra que les diste. Desde este momento todos quedarán convertidos en cerros.

A partir de aquel instante, la tierra arenosa de la Guajira se llenó de colinas y cada una de ellas conservó los nombres del guajiro que quiso abandonarlas.


Autor: Desconocido.



jueves, 16 de mayo de 2013

Hoh, un Bosque Encantado

Hola amigos, como siempre que me llega algo que me gusta lo comparto con vosotros:), hoy os hablare de este bosque o selva llamado Hoh, se de alguien a quien le encantaría caminar entre esos arboles, el los llamaría ancianos con el mayor respeto del mundo, y con ese mismo respeto esta entrada esta dedicada a ti querido mago:), Karras por si alguien no sabe quien es, sabes que no lo relato tan bonito como nuestro amigo Jorge ni tu, pero os cuento un poquito su historia:)

Foto de: John Walker 
La selva Hoh o bosque, para mi viendo las imágenes me parece mas un bosque encantado que una selva, que parece que de un momento a otro van a salir entre sus arboles las hadas acompañadas de los traviesos duendes y elfos, digno de bonitas leyendas inspiradas en el:), a mi me recuerda mucho a la película de El Hobbit:)

Foto de: Adam Kinney 
Bueno pues como os decía la Selva Hoh esta situada en un entorno natural en el estado de Washington, en Estados Unidos, formando parte del Parque Nacional Olympic, situado entorno al  valle del río Hoh, de hay el nombre de la selva. El bosque está protegido contra la explotación comercial. Esto incluye 24 millas (39 km) de selva baja altitud (394 a 2.493 pies).

 Foto de: Glenn Scofield Williams 
El valle del río Hoh se formó hace miles de años por los glaciares. Entre los límites del parque y el Océano Pacífico, a 48 km del río. Encontrándose también la reserva de los indios Quileute. El único sonido que se escucha es el del agua que gotea de las hojas o el del bramido de algún animal. Este parque es el área más grande de los Estados Unidos sin carreteras.

lechuga líquenes ( Lobaria oregana )
Esta magnifica reserva de la naturaleza es una zona muy húmeda, que registra grandes precipitaciones. La precipitación anual se calcula que suman unos 4.000 milímetros, convirtiéndola en un enclave de frondosa vegetación, donde tanto los árboles vivos o muertos, son cubiertos por un manto de vida vegetal, como  hongos, musgo y líquenes que crecen entre árboles centenarios y llegan a formar como largas cabelleras  que descienden de las ramas, como la lechuga líquenes ( Lobaria oregana ), que "requiere de las condiciones frías y húmedas que se encuentran bajo el dosel de los bosques primarios" y es consumida por los ciervos, alces y  otros animales, dandole así su aspecto de  bosque umbrío y primitivo.

Las condiciones climáticas en las distintas estaciones del año  no suelen ser muy duras, ya que los veranos son frescos y los inviernos bastantes suaves, dado a tanta lluvia al cabo del año, a finales de Otoño, Invierno y Primavera el rio Hoh se suele desbordar causando inundaciones

Foto de: rachel_thecat
 Las especies dominantes en la selva Hoh son el abeto de Sitka (Picea sitchensis) y la tsuga del Pacífico (Tsuga heterophylla), algunos crecen de tamaño enorme, alcanzando los 95 metros de altura y 7 metros de diámetro. Árboles como el pino de la costa de Oregón (Pseudotsuga menziesii var. Menziesii), el cedro rojo occidental (Thuja plicata), arce de hoja grande (Acer macrophyllum), el alder rojo, el arce enredadera (Acer circinatum), y el chopo de California (Populus trichocarpa) también se encuentran en todo el bosque.

Foto de: Schuyler Erle
Mucha fauna autóctona también hace del bosque tropical de Hoh su hogar, especialmente la rana del Pacífico (Pseudacris regilla), el búho manchado del norte (Strix occidentalis caurina), el lince rojo (Lynx
rufus), el puma (Puma concolor), el mapache   (Procyon lotor), el oso negro (Ursus americanus altifrontalis), el alce de Roosevelt (Cervus canadensis roosevelti), y los ciervos de cola negra (Odocoileus columbianus).

El Bosque Hoh constituye en si una belleza muy hermosa y exuberante, donde los árboles muertos con su degradación ayudan a dar nueva vida, donde el río nace entre glaciares y montañas arrastrando árboles centenarios formando presas naturales, creando tranquilos estanques dando lugar así a la escalada del salmón desde el océano.
Foto de: John Walker

La Selva de Hoh es en su conjunto una combinación perfecta donde se unen los elementos climatologicos para el, como son las montañas, los glaciales, la lluvia, el río, y el océano.



Duende convertido a Dragón.


Foto de: Adam Kinney
Era un pequeño duende, que siempre quiso volar. Vivía en las orillas de un gran lago. Desde las colinas veía a las hadas, flotando en el aire, etéreas. Cuando esto sucedía, ellas se acercaban a él. Entre varias se juntaban, para tomarlo de sus bracitos y piernas. La sensación de estar flotando en el aire, le da un inmenso placer.

Sentía como su gorro, y su ropa flameaba entre el viento, y las alitas de ellas lo rozaban con gran delicadeza. Esto era lo que en su alma deseaba.

El duende tenía un gran corazón, y las ayudaba cuando ellas se encontraban vulnerables en la tierra. Las protegía para que no se lastimaran. Tan grande era su deseo de volar, que un día arrancó un hongo, se fue a la rama más alta de un pino, y se tiró como si fuera un paracaídas. Las hadas lo vieron mientras lo hacía, sin que él lo supiera.
Foto de: Paul Brockmeyer

La mañana siguiente, ellas lo convocaron a la colina mágica. Cuando llegó, lo rodearon con sus alitas en un círculo, lleno de luz. Su Hada Madrina le preguntó: “Aún sigues teniendo el mismo deseo de volar?”. El le contestó muy firme: “Si así es”, “entonces cierra tus ojos pequeño”, le dijo su Hada Madrina.

Foto de: iris
Comenzó a sentir que su cuerpo se transformaba. Cuando abrió sus ojos, se llevó una gran sorpresa. Veía a las hadas a su alrededor, él flotaba junto a ellas. “Ahora te has convertido en lo que siempre deseaste”. “Eres nuestro Dragón, volarás protegiéndonos hasta el fin de los tiempos”.

El Hada Madrina le había dado felicidad, ahora si estaría disfrutando en el aire y en libertad.


Autor: Irlanda.


Foto de: Brian
Foto de: Andrew Bowman
Foto de: Agathe
Foto de: jimapics 


Bueno espero que os haya gustado y a ti también mago, para que te animes un poquito, cuídate mucho:)




                                                                                 
                                                                           

                                                                        

                                                                                

lunes, 13 de mayo de 2013

La Maleta


Esta mañana encontré en la estación de tren a una mujer vestida de oscuro. Llevaba una gran maleta con dos grandes hebillas. En el banco, dos bolsas de plástico anudadas llenas de ropa y un par de bolsos de mano con libros. En la mano, un monedero que agarraba con fuerza.

Tenía la mirada triste. Nos miramos y ella suspiró insinuando que no podría con tanto equipaje y luego encogió los hombros para quitarle importancia y decir que eso era lo de menos. Le sonreí para darle un poco aliento y le dije que no se preocupara, que cuando llegara el tren ya la ayudaría a subir sus enseres.

Me dijo que estaba nerviosa y le respondí que era normal cuando uno emprende viaje. Me explicó entonces que volvía a casa después de seis meses de duro trabajo en un centro porque su madre, que ya era mayor, le había dicho que allí la necesitaban más.
La maleta y el resto del equipaje estaban a rebosar, pero me dijo que sólo era ropa, que lo más importante era el dinero ahorrado que llevaba en el monedero y el cariño que dejaba atrás.

– No me dio tiempo casi de despedirme…Algunos ni siquiera saben que me he ido…-me dijo mientras sus ojos azules intentaban contener las lágrimas.
Subimos al tren, cada una con la mitad de sus enseres. Allí me di cuenta que llevaba un colgante de plata, una artesanía hecha a mano, con un sol, una luna y una estrella perforados. La hacían elegante pero a mi me hicieron pensar que simbolizaban sus largas jornadas de trabajo desde la mañana hasta el anochecer. Probablemente un regalo de los que gracias a ella tuvieron sus días más livianos.
Cuando llegó mi estación, la abracé y le deseé buen viaje y mucha suerte. Me sonrió con tristeza.

Antes de que la puerta del tren se cerrara me giré para mirarla. La vi. de pie, haciendo guardia delante de su gran maleta y sus bolsas. Se llevó la mano al collar y acarició el medallón.

Esta mañana encontré en la estación de tren a una mujer vestida de oscuro. Llevaba una gran maleta con dos grandes hebillas pero dos bolsas a rebosar y un par de bolsos con libros. Viajaba triste, porque todavía no se había dado cuenta que el equipaje más valioso ya lo llevaba consigo, todo el cariño de la gente que había conocido estaba en su corazón.

Fin

Autor: Lydia Giménez Llort




jueves, 9 de mayo de 2013

Celtas Cortos

 Bueno hoy os hablo de un grupo que lo conocí por una amiga que le gustan mucho, entonces hoy esto va dedicado a ella:), a mi todas las canciones no me gustan como suele pasar la mayoría de las veces pero si que hay dos que me gustan mucho y que creo que muchos de vosotros las conocéis que son 20 de Abril y la de Retales de una Vida, luego también hay otras pero estas son las que mas, bueno pues algunos ya sabéis que hablo del grupo Celtas Cortos:)


Los inicios del grupo se remontan a octubre de 1984 en el Instituto Delicias de Valladolid. En el colectivo del instituto se conocen por primera
vez Goyo, César y Carlos. Casualmente, en la misma clase de César y Goyo hay también un tío nuevo de Palencia que siempre se sienta detrás: Oscar (el cual venía de un seminario de Palencia,
porque estaba estudiando para franciscano). Los cuatro, con un cierto interés especial en música celta y música tradicional, se hacen colegas y Oscar se une al trío tocando la guitarra acústica. Al cuarteto
también se une el profesor de francés y empiezan a tocar bajo el nombre de Colectivo de Música del Instituto Delicias.

La música que tocan es un estilo folk, con piezas tradicionales bretonas, jigas irlandesas, jotas castellanas y un par de versiones de Gwendal. Al poco tiempo se unen con tres chicas y forman Páramo, un grupo de música castellana que duró poco. Paralelamente Carlos formaba parte de otro grupo bastante conocido en los circuitos regionales denominado Almenara y del que a su vez era miembro integrante Jesús Cifuentes a la guitarra española y bajo, con el que publicaron un disco llamado "Desde aquel día de Abril - Amapolas comuneras" en 1984. Poco después ingresan en Almenara Nacho Castro a la batería y Luis M. de Tejada al violín por lo que en Almenara se juntaron cuatro de los miembros fundadores de Celtas Cortos.

En 1986, los 5 miembros masculinos de Páramo acompañados por Jesús Cifuentes y Nacho Castro de Almenara, además de por Fernando, un amigo de César que se hace cargo de los teclados, deciden presentarse a un concurso organizado por la discoteca Sheraton de Valladolid. El nombre que eligen para concursar es el de Colectivo Eurofolk y finalmente resultan ganadores del concurso, lo que les reportó 100.000 pesetas (600 euros) y los llevó a no disolver la banda tras el concurso como era la idea inicial.
Tras decidir que se hacía necesario un cambio de nombre, finalmente el elegido es Celtas Cortos, haciendo honor a la popular marca de tabaco sin filtro que fumaba uno de los integrantes de la banda.

En 1987, son seleccionados para participar en un concurso organizado por la Junta de Castilla y León en colaboración con RNE cuyo premio era grabar un disco compartido con otras dos bandas. Finalmente resultan vencedores por lo que, junto a los grupos de folk Ágora y Yedra publican Así Es Como Suena. En éste el que interpretan tres temas instrumentales y que desde entonces sería denominado como "disco cero" por los propios integrantes de la banda. Del disco sólo se editaron 500 copias que nunca se pusieron a la venta sino que fueron regaladas de forma promocional por lo que hoy en día es una pieza de coleccionista.

En 1988, graban una maqueta con diez temas, que hacen llegar a todas las discográficas del país. Solo un par de ellas les contestan agradecidamente, pero sin darles la oportunidad que buscaban. Desilusionados se plantean disolverse, hasta que reciben una llamada de Paco Martín, director de una nueva casa independiente de Madrid, que busca grupos nuevos, firman con Twins.

En 1989, graban en sólo diez días 'Salida de emergencia'. Aunque ellos querían llamarlo solamente Celtas Cortos, al final al título se le añadió "Rock Celta". Con el tiempo se vendería 60.000 copias del disco.

En 1990, graban 'Gente Impresentable', en el cual cinco de los once temas tenían letra, y se acerca un poco más a lo que son los Celtas actuales. '¿Qué puedo hacer yo?' y 'Si no me veo no me creo' son un gran éxito, pero no triunfan ni mucho menos como 'La senda del tiempo'. En este disco además de letra había una gran variedad de influencias: new age, rap, reggae o incluso hasta heavy en "
Hacha de guerra", llegaría a las 180.000 copias vendidas. El éxito masivo supera de largo el disco de platino. Más de 100 conciertos durante ese año de 1990 y 126 al siguiente lo confirman. Paco Martín tuvo entonces que vender Twins al grupo DRO-GASA, que se lanzan a tope con Celtas Cortos. Esta ayuda los llevó a los primeros puestos de las radio-formulas.

En 1991, sacan su tercer disco 'Cuéntame un cuento', que lo prepararon en quince días en su retiro al pueblo soriano de Abioncillo de Catalañazor. Este disco les valió el Premio Ondas al grupo revelación de ese año y batió todos los records de ventas del grupo.

En 1992, un desafortunado accidente doméstico que sufre el violinista Alberto García en su antebrazo derecho hace que éste comience a tocar con asiduidad el trombón lo que a su vez supone que los instrumentos de viento ganen protagonismo en el repertorio de la formación.

En 1993, nace 'Tranquilo Majete' con nueve temas cantados y cuatro instrumentales, destacan la que da titulo al disco o la lírica "Carta a Rigoberta Menchú". Ese mismo año la multinacional WEA había comprado al Grupo DRO con lo que la promoción del grupo se amplía aún más. Es considerado como el mejor disco de Celtas Cortos hasta la fecha, con temas tan famosos como 'Tranquilo Majete', 'Lluvia en Soledad', 'Romance de Rosabella y Domingo' o 'Madera de Colleja', que triunfan en toda España.

En 1995, Jesús Cifuentes emprende un proyecto paralelo que se llamó El Caimán Verde bajo el que publicó un disco homónimo. Se trataba de un trabajo en el que el rock predominaba fundamentalmente y que contó entre otros con las colaboraciones de Fermín Muguruza y del guitarrista Jesús Prieto "Piti". Al mismo tiempo, Nacho Martín también se decide a sacar un disco en solitario. Se títuló La Noche de las once lunas y estaba compuesto exclusivamente por canciones instrumentales.

En 1996, sacan 'En estos días inciertos... en que vivir es un arte', tuvo una gran acogida por los fans del grupo. El disco contiene temas con letras críticas con la sociedad y con estilos muy diversos.

En 1997, se publica el primer y único disco en directo de la banda, Nos vemos en los bares, formado por 25 canciones grabadas en las actuaciones que la banda ofreció durante los días 6 y 7 de febrero en Valladolid y en las que contaron con la colaboración de artistas como Rosendo, Jota de Ixo Rai!, Taba, de Ke no Falte, el grupo italiano Nomadi, y la banda bretona Le Bagad de Kimperlé. Además, en esta época se incorpora a la banda uno de los músicos que pasarían a ser uno de los habituales de la misma, el guitarrista José Sendino.

En 1998, la formación acepta la oferta de la Junta de Castilla y León para realizar una gira de conciertos por pequeños teatros de la Comunidad. El proyecto, totalmente instrumental, denominado El Alquimista Loco y en el que no participa Jesús Cifuentes en ninguna medida, se convierte en un éxito y finalmente incluso se lanza al mercado un disco homónimo.

En 1999, sacan, su disco 'Tienes la puerta abierta', grabado en Málaga, Madrid y Lyon (Francia). El aparente paso tecnológico anunciado por Celtas Cortos hace unos años se hace notar, con abundantes arreglos cercanos a la música culta sin perder del todo las raíces celtas, y utilizando nuevas tendencias musicales.

En 2002, se produce la marcha de Cifu, que supone el punto de giro definitivo después de los anteriores abandonos de César Cuenca y Nacho Martín. Será sustituido por Antuán Muñoz.

En 2003, sacan un disco titulado 'C´est la Vie'. En 2004, Carlos Soto (flauta y saxo) abandona el grupo para crear Awen Magic Land, su nuevo proyecto junto a María Desbordes. En 2006, Cifu vuelve al grupo (con la salida de Antuán) y comienzan a ensayar juntos de nuevo y a preparar su siguiente disco en el que se incluye su éxito Hay que volver, cuando se cumplieron 20 años de su fundación.

En 2008, aparece el álbum "40 de Abril". Producido por Paco Trinidad, '40 de abril' es un guiño a su tema '20 de abril', quizá una de las canciones por la que el grupo pucelano es más conocido. Y es que este álbum se publica casi 20 años después de aquella canción. Un trabajo que viene de sus experiencias en la vida: el amor, el desengaño, la risa y la reivindicación, con un sonido que vuelve a beber de la esencia original, sin perder de vista ni un segundo el R&R.

En 2010, lanzaron Introversiones, versionando canciones de otros grupos.


Y hasta aquí lo que he podido encontrar sobre el grupo, espero no haber sido una cansina con tanta biografía  pero de eso se trata no?, gracias a los que habéis llegado hasta aquí y a los que no pues también:)